Disfruta el cambio de coche
El Opel Mokka GSE es la versión más deportiva del pequeño SUV eléctrico: 281 CV, diferencial autoblocante y un chasis afinado que lo acerca más a un hot hatch que a un coche urbano. En carretera ya sorprende, pero en el Jarama demuestra que va en serio. Hacía años que un Opel no me invitaba tan descaradamente a divertirme, eso sí, el consumo sube si lo exprimes.
El Mokka GSE llega para devolverle por fin sentido al apellido deportivo de Opel en la era eléctrica. Y lo hace con una propuesta muy seria: con 281 CV, 345 Nm y un chasis profundamente revisado, con dirección y ejes completamente nuevos y compartidos con los Abarth 600e y Alfa Romeo Junior Veloce. (En este artículo ya os contamos todas diferencias con respecto al Mokka normal). Aquí no hay postureo ni artificios: visualmente es más discreto de lo que su rendimiento sugiere, y eso también le da cierto encanto.

Así se comporta cuando empiezan las curvas
La gran clave está en el diferencial autoblocante. No es un adorno técnico ni un argumento de marketing: define la experiencia de conducción. A ritmo tranquilo se comporta como un Mokka más firme y algo ruidoso, pero en cuanto aparece una carretera en condiciones, se transforma. Hay potencia de sobra y el empuje llega al instante cuando lo pides. Conduciéndolo con decisión, el GSE responde con un punto agresivo y, sobre todo, tremendamente eficaz: la dirección se endurece, el tren delantero muerde y el autoblocante te arrastra hacia el interior de la curva si te has quedado corto de velocidad.
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En el Jarama pudimos destapar todo su carácter se de primera mano. Dar gas a fondo en medio de la curva y notar cómo el diferencial canaliza la potencia al suelo sin pérdidas significativas, empujándote hacia el piano exterior, es de esas sensaciones que dejan claro que este coche es un deportivo bastante serio. El eje trasero, pese a ser torsional y montar una estabilizadora mucho más rígida, nunca da sorpresas desagradables y permanece totalmente amarrado, incluso frenando fuerte en apoyo o en bajadas. La dirección es rápida y directa, con un tacto más bien ligero. Lo único que desentona es el tacto de los frenos: el conjunto Alcon (pinzas de cuatro pistones y discos de 380 mm) frena mucho, el recorrido muerto es demasiado largo antes de morder y es demasiado esponjoso.

Frente a sus rivales, el Opel es probablemente el más “fácil”. El Abarth 600e Scorpionissima es más radical y más rígido, el Alpine A290 tiene un tren trasero más juguetón y unos frenos impecables, pero ambos mueven la zaga con más facilidad. El Mokka va más por la vía de la confianza, la estabilidad y la sensación de control.
Consumos y autonomía real, la gran limitación
Eso sí, el día a día recuerda que es la versión deportiva. Es duro, se escucha el sonido de rodadura y no es especialmente eficiente. La autonomía es el peaje más evidente: con 54 kWh y este nivel de prestaciones, no hay milagros. En el recorrido de prueba de 150 kilómetros (mitad autovía/interurbano, mitad tramo de curvas a ritmo alto), el consumo osciló entre los 20,4 y 23,4 kWh/100 km en la parte tranquila, y se disparó a 37,9 kWh/100 km en la zona de curvas.
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La media de los casi 150 kilómetros fue de 29 kWh/100 km, dejándome por debajo del 20% de batería. Traducido: usando el coche así, la autonomía homologada de 336 kilómetros cae prácticamente a la mitad.

Pero si lo que buscas es un eléctrico pequeño con carácter, con un diseño discreto que esconde un motor que te saca una sonrisa cada día y un chasis que te invita a atacar curvas con total confianza, el GSE es una opción fantástica. Está más cerca de un juguete para entusiastas que de un SUV práctico, y ahí reside su encanto. Para quien quiera un Opel eléctrico con picante de verdad, este sí cumple lo que promete.
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Galería
Te dejamos una selección de fotos para que veas al Mokka GSE a pleno rendimiento durante la prueba en circuito.
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Por ·Álvaro Ortega





