Consejos sobre cómo trazar correctamente una curva

29 de septiembre de 2021 de

Afrontar la carretera de un puerto de montaña puede traducirse en un momento de diversión y placer o en todo lo contrario. Algunas curvas suponen todo un reto y llegan a ser una prueba de habilidad al volante para algunos conductores. Si te consideras un usuario poco experimentado o que presenta inseguridades a la hora de enlazar giros complicados, en este artículo te damos unas pautas para que realices esos virajes bajo control y sin correr ningún riesgo. Recuerda que lo más importante es conocer bien los límites de tu coche y aplicar el sentido común.

Anticipación: clave de la seguridad

A la hora de enfrentarse a un trazado revirado, lo primero es ser consciente del estado de nuestro vehículo, así como del de la calzada. Si, por ejemplo, tenemos los neumáticos más desgastados de lo deseado, hay poca visibilidad (esto ocurre especialmente por la noche) o el asfalto está resbaladizo, es conveniente tomar las curvas a una menor velocidad para garantizar un mayor margen de error.

También debemos adelantarnos a la sucesión de giros con las dos manos sobre el volante (a las “tres menos cuarto” o en los 90 y 270 grados de la circunferencia del aro, respectivamente), listas para rectificar la trayectoria si fuese necesario, y la mirada al frente, focalizada en el punto más lejano posible de la curva y divisando la siguiente una vez salimos de ella. La señalización vertical mediante paneles direccionales, alertas de curva peligrosa y límites de velocidad es nuestra mejor referencia para adecuar nuestro ritmo.

Trazada: control, suavidad y confianza

Antes del giro, reduciremos la marcha para entrar en la curva a una velocidad óptima. Cuando las ruedas delanteras del coche (las directrices) todavía están alineadas con el sentido de la marcha, se dispone de mayor agarre y estabilidad para frenar. Si lo hacemos cuando ya están giradas y apoyando sobre el exterior de la banda de rodadura de los neumáticos, podemos perder el control del automóvil al transferir excesivamente el peso del vehículo hacia un punto donde no existe tanta adherencia en ese momento.

Durante el giro, simplemente mantendremos la velocidad (cuesta abajo no hay necesidad de accionar ningún pedal) y vigilaremos la orientación del coche. Sólo aceleraremos de nuevo y de forma suave cuando nos acerquemos a la salida o al final de la curva, algo que, normalmente, sucede poco después de sobrepasar su vértice, enderezando poco a poco las ruedas a través del volante, evitando cualquier movimiento brusco. Si es muy abierta, se trata de pisar el pedal del acelerador de una manera más progresiva.

Destreza: fruto de la experiencia

A medida que conozcamos mejor la carretera y ganemos pericia al volante (no antes), podemos desafiarnos a nosotros mismos realizando pasadas cada vez más rápidas y efectivas por las curvas, respetando siempre las prohibiciones de velocidad máxima y sin pecar de exceso de atrevimiento o insensatez.

Conforme evolucionemos como conductores, nos daremos cuenta de la importancia que tiene aprovechar la amplitud total del carril (exterior a la entrada y a la salida de la curva; interior durante el giro) o de que en los virajes hacia la izquierda tenemos mayor visibilidad. También gestionaremos mejor las inercias y entenderemos hasta dónde llegan las prestaciones dinámicas de nuestro coche y cómo el centro de gravedad, el ancho de vías, la rigidez de la suspensión y el tamaño de los neumáticos pueden marcar una gran diferencia.

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